miércoles, 16 de abril de 2008

PERSONAJE PARA LA DRAMATIZACIÓN

Me llamo Paola Rodríguez, tengo 37 años, soy natural de Sevilla y mi profesión es enfermera.

Soy morena, de ojos marrones y piel blanca. Más bien delgadita y muy alta. Inconformista, liberal, moderna, extrovertida y responsable son algunas de mis cualidades.


Nací en la barrio sevillano de San Julián el 18 de enero de 1971 y según me contaron mis padres fui una niña muy deseada ya que el hijo anterior había sido un varón. Poco tardaron mis padres en mudarse del barrio y Pino Montano fue el nuevo, donde crecí y me desarrollé como persona.

Cuando tuve la edad de comenzar mi proceso educativo, mis padres me matricularon en un centro concertado, de nombre María Inmaculada, también en mi mismo barrio. El centro era religioso, aunque no al completo. Es decir, los profesores eran tanto mujeres religiosas (concretamente Hermanas de la Caridad) como seglares. Las hermanas ocupaban el cargo de profesoras, además de la Directora del centro que también lo era. Los demás docentes eran hombres y mujeres seglares.

La religión se encontraba muy presente en todos los aspectos de la vida cotidiana; una vez al mes ibamos a confesarnos y a recibir misa dentro de la capilla del colegio, en las aulas se podían ver crucifijos, las clases de religión eran obligatorias y muy profundas, etc...

En este colegio estuve hasta finalizar el Bachillerato, a pesar de que mi estancia allí nunca fue de mi agrado. Mi rebeldía y mi poco apego (por no decir casi ninguno) a la religión hizo que no me encontrase nada de agusto en el centro. Mi madre me intentaba convencer con los recursos que iba encontrando, y al final nunca me fui, aunque ganas no me faltaron. Me imagino que por la cercanía del centro y por las amigas tan buenas que hice allí no llegué a hacerlo. Supongo que la imposición de la religión y los actos que acarreaba ésta, así como las normas tan estrictas que tenían los docentes y el centro en general, me amargó los años de estudios, aunque siempre fui una excelente estudiante y buena chica.

Tras acabar esta etapa educativa hize la Selectividad en la que me preparé a fondo para sacar una nota que me permitiese cumplir mi sueño: ser enfermera. El resultado de los exámenes no podía ser mejor; saqué nota suficiente y entré sin problemas en la Universidad de Sevilla para prepararme la carrera.

Tres años de mi vida estuve estudiando y la verdad se me hicieron muy cortos: la libertad y el estudiar lo que quería fueron fundamentales para ello. En la facultad conocí a mi marido, Carlos, que tras una larga amistad y un mar de dudas comenzamos a salir, cuál dos niños.

Una vez acabada la carrera trabajé como enfermera en distintos lugares, pero por un motivo u otro nunca acababa de estar totalmente satisfecha, aunque el dinero, la experiencia y el saber que desempeñaba un puesto que me gustaba enormemente no dejaba que me viniese abajo.
Gracias a mi tenacidad y esfuerzo conseguí un puesto, aunque no por mucho tiempo, en el hospital de la ciudad; no cabía en mi misma del gozo. Posteriormente este puesto se hizo fijo y allí trabajo en la actualidad.

Cuando tuvimos oportunidad Carlos y yo compramos un piso, también en mi barrio, y nos casamos de una forma sencilla.
Seguí con mi trabajo hasta que a los años me quedé embarazada. Tuve una niña preciosa a la que llamé de nombre Carmen, como mi madre.
Carmen actualmente se encuentra en Secundaria, en un centro público, pero a pesar de que se va haciendo mayor, no dejo mi función de madre a un lado. Eso sí, intento ser una madre moderna, en consonancia al tiempo que vivimos aunque por supuesto siempre hay normas que cumplir y valores que intento darle para que de mayor sea una persona competente.

Miento si digo de que no me preocupa los problemas que la sociedad tiene, sobre todo los jóvenes, pero no intento de que me influya a la hora de educar a mi hija, ya que pienso de que todos no son iguales y sería una burrada privar a mi hiija de libertad por algo que ella no ha cometido.

Todos los días me levanto con el propósito de escucharla y ayudarla en la resolución de sus conflictos, aunque ella de un principiio no me suele pedir ayuda. Me llevo genial con ella, será que le permito hacer cosas que otros padres mas tradicionales no toleran, eso sí siempre bajo control y unas normas que debe respetar.

Como me preocupo por la educación que recibe en el centro, participo en la vida activa del centro. Me gusta dialogar con los demás padres, la directiva y los docentes las medidas que se llevan a cabo así muestro las preocupaciones y los intereses mío y por supuesto, los de mi hija que es quién al fin y al cabo recibe la educación.
A pesar de que mi trabajo me acapara muchas horas, intento realizar con mi hija otros tipos de actividades extraescolares, así como pasear, charlar, ir de compras, etc.. con ella.

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